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AQUí Y AHORA El desafío de diciembre Aún en el hogar más necesitado y doliente, hay espacio para celebrar Navidad, acaso con una sola luz que se llama esperanza…


El desafío de diciembre

Por Tania Tinoco 

Recibo diciembre con una mezcla de sensaciones, tan duras algunas,  que me cuesta, y mucho, encender las luces del árbol de mi corazón.  Cuando parece que ya no pueden sorprendernos los límites a los que ha llegado el fanatismo y la intolerancia, aparecen los ataques en Beirut y luego París. Doce y trece de noviembre respectivamente y los estertores consiguientes del terror…  En ese otro lado del mundo que por la tecnología dejó de ser tan lejano,  las navidades blancas se han teñido de sangre, sin que alcancemos a comprender cuán duros son estos días para las parejas, padres, hermanos y amigos de los que murieron en el Teatro Bataclan y los otros 5 blancos de ataques, casi simultáneos, por parte de 8 yihadistas suicidas en la Ciudad Luz, sometida desde entonces a un estado de shock.
Cuarenta y ocho horas después de los ataques, Francia respondía militarmente contra el autodenominado Estado Islámico, responsable confeso de los atentados terroristas. Bélgica se declaraba en alerta máxima; Estados Unidos se unía a la ofensiva militar y las pruebas de que un avión ruso había sido derribado por un misil del Estado Islámico, hacían a Vladimir Putin ordenar a la Fuerza Aérea de Rusia atacar el territorio entre Irak y Siria, donde se instaló tiempo atrás el Estado Islámico, instaurando un régimen fanático y sangriento que ha sido rechazado por los verdaderos musulmanes y el mundo civilizado.
Es una guerra, hay que reconocerlo, admitiendo en ella tantas víctimas inocentes, cuyo único pecado es haber nacido en aquella geografía… Por eso escapan de los pueblos cercanos y en poder del Estado Islámico, y  de la guerra civil interna que se libra  en Siria desde hace 3 años.  Es la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, y uno de sus rostros lo pintan los  miles y miles  de caminantes en harapos que  inundan las calles de los países desarrollados de la Unión Europea…  Familias enteras que han viajado por meses,  o que han sobrevivido a travesías terribles para llegar a  costas europeas hallando a veces la muerte en el mar, sin alcanzar tierra ni paz…
Sé bien que en Ecuador,  el eco de esa guerra es pequeño, pero no deja de doler, aun cuando tengamos nuestras propias batallas por librar. Nadie debería, por ejemplo, estar ajeno a las enmiendas o reformas constitucionales que se aprobarían sin Consulta Popular. Y hay más.    Un desafío inmenso dentro de nosotros y dentro de mí: conectarnos al Espíritu de la Navidad, que es tan grandioso que puede superar a  la muerte, la guerra, el fanatismo y la indiferencia…
Aún en el hogar más necesitado y doliente, hay espacio para celebrar Navidad, acaso con una sola luz que se llama esperanza… Días atrás me preguntaron qué tipo de regalo no material pudiera dar y dije que tiempo.  Tiempo podemos dar todos.  Que sea un tiempo para  el encuentro, la unión, la tolerancia. Que las diferencias se respeten y no amenacen el mañana.  Gracias por leerme. Feliz Navidad. 


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Edición # 616 - 14 de diciembre de 2015

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