Santos & Papas
Por Tania Tinoco Fotos: Reuters
Si usted es una de las tantas personas que regularmente va a misa, entenderá mi pregunta. ¿Comprendería el mensaje y el sermón si estos fueran dados en latín? ¿Verdad que no? Pues bien, hasta antes del Concilio Vaticano II, las misas solo podían ser celebradas en latín. El sacerdote daba la espalda a los fieles, se mantenía un claro distanciamiento con las otras religiones, incluso se lo fomentaba… era común la política del antisemitismo y en amplios círculos se repetía que los judíos habían dado muerte a Jesús. Todo eso iría a cambiar tras la reunión mundial de obispos a la que Juan XXIII convocó a los 3 meses de su pontificado, el Concilio Vaticano II, causando una verdadera revolución.
Lo llamaban el Papa bueno, un pontífice que al ser elegido se lo creyó de transición porque había cumplido 77 años, era de origen campesino y tenía un comportamiento bonachón. Su pontificado duró 5 años y no pudo ver el final del Concilio que le tocó clausurar a Papa Paulo VI.
"Su gran legado es ese Concilio", me lo explicaba con detenimiento en Roma, a inicios de la primavera, el sacerdote venezolano Esteban De Concencao, un estudioso de Juan XXIII, recordando que fue el primero en acuñar aquello de "la opción preferencial para los pobres", que más de 50 años después recogería el Papa Francisco al inaugurar su pontificado con su famosa frase "como quisiera una Iglesia pobre, para los pobres".
Juan Pablo II.
Juan XXIII.
El Papa Francisco saludando a la multitud.
Fue Francisco el que decidió convertir en Santo al Papa Bueno, usando su autoridad para que el Prefecto de la Congregación para los Santos pasara por alto la norma de un segundo milagro.
¡A los altares!
Pues bien, fue Francisco el que decidió convertir en Santo al Papa Bueno, usando su autoridad para que el Prefecto de la Congregación para los Santos pasara por alto la norma de un segundo milagro, científicamente comprobado, tal como normalmente lo exige la Iglesia para convertir a un Beato en Santo.
Es una potestad que tiene el Romano Pontífice y Francisco la ha usado. Cuando le preguntaron las razones al portavoz del Vaticano, este respondió que –al Papa no le cabe duda de su santidad– .
Para muchos de los seguidores de Juan XXIII fue difícil aceptar que una vez más sea el segundo, porque aceptan que su figura ha sido eclipsada por el Santo Juan Pablo II, al haber sido canonizados, juntos, en el mismo domingo 27 de abril, tal como ocurrió en la beatificación ocurrida en conjunto con el Papa Pio IX.
Más allá de estas consideraciones, el gran reto es claro: conseguir que las nuevas generaciones conozcan y mantengan vivo, el legado de Juan XXIII.
El Papa Bueno
Juan XXIII murió en el año que yo nací, 1963, pero al ver su imagen en las fotos blanco y negro que ahora abundan en Roma, no me extraña su calificativo de Papa Bueno. Tiene una mirada dulce y su papado está lleno de episodios donde se comporta como un hombre que nunca perdió su sencillez, y algo grande que hoy se recuerda: siendo Angelo Giusseppe Roncalli, Patriarca de Estambul, Turquía, salvó a miles de judíos de la muerte en la era nazi. Cuando creía que había hecho todo en su vida, debió concurrir al Cónclave siendo elegido sin ninguna expectativa mayor. La verdadera historia, ya la sabemos.
El Papa Francisco saluda a los reyes de España después de la misa de canonización.
El Papa Francisco besa una reliquia frente a la costaricense Floribeth Mora Díaz y su esposo. En ella se obró el segundo milagro de Juan Pablo II.
El Papa Emérito Benedicto XVI, junto al Papa Francisco.
Santo súbito
El Papa Francisco pasó por alto la norma de la Congregación para los Santos de exigir la comprobación de un segundo milagro para canonizar a Juan XXIII. Su antecesor, Benedicto XVI, hizo lo propio, pero no por falta de milagros comprobados, sino por falta de tiempo. Era claro el papel político que Juan Pablo II había ejercido en contra del comunismo, ayudando a forjar un nuevo mundo sin la perversidad de un muro que dividía a Oriente y Occidente, al totalitarismo y la libertad.
Había sido una lucha larga que arrancó desde su juventud cuando se negó a pelear del lado de los comunistas, enfrentando la persecución y el totalitarismo. Así se había forjado en su natal Polonia cuando llega a convertirse en Papa a la edad de 54 años. Tenía la voz fuerte y la voluntad de acero y con ellas la fortaleza física que lo llevo a recorrer 129 países, entre ellos Ecuador, durante el Gobierno de León Febres Cordero. Uno de sus nietos fue bautizado por el Papa, en una ceremonia privada en el Palacio de Carondelet. Los críticos de Juan Pablo II, santo ya a solo 9 años de su muerte, señalan sin embargo la ceguera del pontífice a la hora de aceptar y reconocer los casos de abuso sexual y pederastia dentro de la Iglesia católica. Al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, por ejemplo, cuando el escándalo descubrió sus delitos, apenas lo mandó al retiro y murió sin haber sido juzgado. En contraparte, fue implacable con las corrientes de izquierda dentro de la Iglesia, acallando por ejemplo, las voces de los defensores de la llamada Teología de la liberación.
Errores humanos que no le restan su condición de santo, dicen sus seguidores, y probablemente tienen razón al recordar la fe y el amor que despertó entre millones de hombres y mujeres de todas las razas, de todas las condiciones, de todos los colores.
Vista del altar de la ceremonia de canonización.
El querido Juan Pablo II
Apenas un mes después de la muerte de Karol Wojtyla, acaecida en abril de 2005, Benedicto dispuso empezar el procedimiento de beatificación, sin tener que esperar los 5 años reglamentarios después de la muerte. Tal vez, no había borrado el recuerdo de los gritos de "santo súbito" que se habían escuchado a lo largo de las ceremonias fúnebres del Papa polaco. Su decisión no causó sorpresas.
Un trabajador coloca un tapiz con la imagen de Juan XXIII, en la Plaza San Pedro.
Peregrinos polacos durante el amanecer, esperando la misa de canonización.
Cracovia, Polonia. Una imagen de Juan Pablo II fue proyectada como parte de una ceremonia multimedia, la noche anterior a la canonización.
Por siempre en Roma
La Basílica de San Pedro es uno de los pocos lugares turísticos donde no hay que pagar una entrada para conocerla. Normalmente, la fila es larga para ingresar, pero corre rápido porque los turistas y peregrinos van rápido también en su recorrido por esta catedral de catedrales. Dentro de ella, hay un altar en donde 2 guardias apenas murmuran indicando el momento en que se puede pasar a las bancas y reclinatorios ubicados al pie de una urna de cristal donde reposan los restos del San Juan Pablo II. Es uno de los pocos lugares de la basílica donde hay oración constante. No importa el idioma, ni la edad, ni la raza, todos se arrodillan y juntan las manos, cerrando los ojos… Mientras rezaba también ante su tumba, recordé una de las proclamas que le hacían en el Ecuador durante su visita en los 80´s: Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo.
Casi es cierto. Lo quiso buena parte del mundo a donde llegó jubiloso, rebosante de amor a los cientos de miles que lo esperaban... muchos de ellos agitando banderitas con los colores blanco y amarillo y una leyenda que decía TODOS TUYOS, el lema de su pontificado, dedicado a la gracia de la Virgen María.
No sé cuál fue el lema de Juan XXIII, cuyo cuerpo embalsamado también reposa en otro altar dentro de la Basílica de San Pedro. Debo reconocer que de él conocemos poco… pero acaso es suficiente saber que la Biblia hoy puede ser leída por todos, en todos los idiomas y escuchar misa en idioma local, y que eso fue posible gracias a un milagro suyo: el Concilio Vaticano II. Si el mundo le pediría un nuevo milagro, tal vez este sería un Concilio Vaticano III. Por qué no.
Un niño muestra la foto de los Papas santificados.
Mientras rezaba también ante su tumba, recordé una de las proclamas que le hacían en el Ecuador durante su visita en los 80's: Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo.
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