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MALABARES COTIDIANOS EL CARRITO Supongo que si vives en Río de Janeiro o en México DF, cuando le dices a una persona “No quiero verte nunca más”, es muy posible que el decreto se cumpla.
Escritora ecuatoriana


EL CARRITO


EL CARRITO 

Pequeñas trampas cotidianas.
Por María Fernanda Heredia
Escritora ecuatoriana

Supongo que si vives en Río de Janeiro o en México DF, cuando le dices a una persona “No quiero verte nunca más”, es muy posible que el decreto se cumpla. Pero en Ecuador somos pocos, y cuando le dices a alguien “Espero no volver a verte el resto de mi vida”, ese mismo día te lo encontrarás en la farmacia y más tarde en la panadería. 


Somos tan pocos que cuando le cuentas a tu mejor amiga que en la oficina tienes una compañera que es una bruja malévola sin escrúpulos y con celulitis, es muy posible que tu amiga te diga: “Es mi prima”.


Hace unos días, me di cuenta de que en mi casa lo único que quedaba era una lata de atún que llevaba pegado un Post-it en el que yo misma había escrito: Abrir sólo en caso de terremoto, invasión extraterrestre o cena romántica. Como no aplicaba ninguna de las tres condiciones, salí rumbo al supermercado. Llevaba unos minutos echando cosas en el carrito de compras cuando distinguí, a lo lejos, a un ex.


No tengo tantos ex, apenas tres, por eso los recuerdo a todos con nombre, cédula y motivo de la ruptura (siempre el mismo: ¡cuernos!... ellos a mí).


El manual “Encuentro inesperado con un ex” dice que, llegado el caso, tendrá ventaja quien NO haya ido al supermercado en calentador (o con la parte superior de la pijama, como si nadie fuera a darse cuenta).


Por fortuna ese día yo estaba “presentable”, eso quiere decir “ni despampanante ni Bob Esponja”. De hecho, yo diría que estaba “presentable plus” porque me había puesto lápiz labial rojo intenso, mi perfume favorito y unos tacones que me regalaban 8 cm de altura.


Mi ex lucía más gordo que la última vez que lo vi, y un destello en su frente me hizo caer en cuenta de que estaba más calvo que hace cinco años. Es indudable que la calvicie de un ex nos puede brindar una dosis de alegría un sábado por la mañana.


De nada sirvió que intentáramos eludir el encuentro, existe una ley cósmica que dice que, en Ecuador, siempre te encontrarás con alguien a quien no quisieras ver nunca (un ex, la mamá de un ex, la nueva novia de un ex o el director del SRI).


Al salir de un pasillo lo vi venir de frente, diez metros nos separaban, él me miró, nos reconocimos, intentamos hacernos los tontos, pero eso habría sido ridículo. 


Calibré mi seguridad... gracias a los tacones y al lápiz labial rojo, sentí que podía enfrentarme a tres ex de golpe si era necesario.


Noté que sus mejillas cambiaban de color, estaba nervioso, ¡punto para mí! (grité en mi mente). Entonces le dije: “¡Hola Pato, qué sorpresa!”. Él piensa que lo llaman Pato porque se llama Patricio, pero a mí siempre me pareció que el apodo se debía a su manera de caminar.


“¡Hola, María!”, contestó trastabillando. 


Y cuando más segura de mí me encontraba, me di cuenta de que había cometido un error de cálculo: En su carrito había dos botellas de vino, varios tipos de quesos, un paté y un paquete de velas.


Y en mi carrito (¡maldito carrito!) había 12 rollos de papel higiénico, una escoba, 3 latas de atún, 1 papaya, un tinte de pelo y 6 cervezas.


Sus compras delataban su plan para esa noche: encuentro romántico con velas. Su carrito podría ser muy similar al de Antonio Banderas o al de Chayanne.


Mis compras eran las de la Bruja del 71.

Pagué, abandoné el supermercado caminando como un pato y llegué a mi casa abatida.

Abrí una cerveza y tomé una decisión que en Ecuador puede ser crucial: Tengo que cambiar de supermercado.


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Edición # 611 - 17 de julio de 2015

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